Cuenta la historia que cierta tarde de otoño, Agustín Mazzeo, inescrupuloso empresario, caminaba bajo la sombra de los plátanos que decoran la plaza Mitre, cuando de repente apareció frente a sus inmutables ojos, el Diablo.
-Buenas tardes, Agustín- señaló Lucifer.
-¿Quién es usted?- preguntó Agustín con su usual arrogancia.
-Soy el Rey de la Oscuridad, el Patrón de los Llantos, el Dueño del Inframundo, el Comandante de las Fuerzas Demoníacas. Soy Lucifer, Satanás, Mefistófeles, el Diablo, y todos los Demonios juntos en un solo Ser.-
-¿Y qué necesita?- sugirió nuestro petulante transeúnte.
-Vengo a ofrecerte lo que quieras a cambio de tu alma, a cambio de una eternidad a mi lado.-
Los ojos de Agustín mutaron por lo único que lo movilizaba: la codicia.
-Quiero poder y dinero.- dijo simplemente.
-¿Cómo?- preguntó Satanás -¿Sólo eso? ¿No ambicionas descubrir el secreto de las ciencias, el saber del universo? ¿No prefieres poseer el control del tiempo, el amor de las mujeres, el talento indefinido, el placer del arte, a cambio de algo tan preciado como tu alma?-, preguntó el Diablo con disimulada impaciencia, a lo que Agustín, con inexplicable parsimonia, respondió:
-Con poder puedo someter a las mujeres más hermosas y hasta civilizaciones enteras, con dinero puedo tener todos los cuadros del mundo y todas las esculturas y toda la música y todo aquello que pueda saciar mi interés. No me preocupa conocer el secreto de las artes ni de las ciencias; no me preocupa poseer el talento en todas las expresiones humanas; no me preocupa crear… Si todo lo puedo comprar. ¿Para qué erigir ciudades cuando puedo conquistarlas con un simple movimiento de muñeca? ¿Para que pensar si puedo someter arsenales de pensadores?-
Satanás lo miró aterrado y por primera vez en su infinita existencia tuvo compasión. En ese instante comprendió que el alma del hombre ya estaba perdida, que quizás nunca tuvo alma o que ya pertenecía al reino de las tinieblas. Así mismo entendió que se desvanecía su privilegio de ser llamado el Diablo.
-Buenas tardes, Agustín- señaló Lucifer.
-¿Quién es usted?- preguntó Agustín con su usual arrogancia.
-Soy el Rey de la Oscuridad, el Patrón de los Llantos, el Dueño del Inframundo, el Comandante de las Fuerzas Demoníacas. Soy Lucifer, Satanás, Mefistófeles, el Diablo, y todos los Demonios juntos en un solo Ser.-
-¿Y qué necesita?- sugirió nuestro petulante transeúnte.
-Vengo a ofrecerte lo que quieras a cambio de tu alma, a cambio de una eternidad a mi lado.-
Los ojos de Agustín mutaron por lo único que lo movilizaba: la codicia.
-Quiero poder y dinero.- dijo simplemente.
-¿Cómo?- preguntó Satanás -¿Sólo eso? ¿No ambicionas descubrir el secreto de las ciencias, el saber del universo? ¿No prefieres poseer el control del tiempo, el amor de las mujeres, el talento indefinido, el placer del arte, a cambio de algo tan preciado como tu alma?-, preguntó el Diablo con disimulada impaciencia, a lo que Agustín, con inexplicable parsimonia, respondió:
-Con poder puedo someter a las mujeres más hermosas y hasta civilizaciones enteras, con dinero puedo tener todos los cuadros del mundo y todas las esculturas y toda la música y todo aquello que pueda saciar mi interés. No me preocupa conocer el secreto de las artes ni de las ciencias; no me preocupa poseer el talento en todas las expresiones humanas; no me preocupa crear… Si todo lo puedo comprar. ¿Para qué erigir ciudades cuando puedo conquistarlas con un simple movimiento de muñeca? ¿Para que pensar si puedo someter arsenales de pensadores?-
Satanás lo miró aterrado y por primera vez en su infinita existencia tuvo compasión. En ese instante comprendió que el alma del hombre ya estaba perdida, que quizás nunca tuvo alma o que ya pertenecía al reino de las tinieblas. Así mismo entendió que se desvanecía su privilegio de ser llamado el Diablo.
1 comentario:
Qerido, me paso rápìdo, no porqe tenga muuuuchas cosas qe hacer sino porqe qiero una siestaaa!
Qe estés bien! :)
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