jueves, 25 de septiembre de 2008

Summer´ 68

El pasado lunes (15 de septiembre de 2008) murió Richard Wright, tecladista, compositor y voz de Pink Floyd (banda inglesa de rock progresivo que a estas alturas todos deben conocer).
Estoy totalmente seguro de que el mejor homenaje a alguien fallecido es el recuerdo, por lo que no voy a ponerme a hablar sobre su vida, sus creaciones, etc. (para eso están las biografías), sino, más bien, voy a invitarlos a disfrutar de su música. Creo que este es el mejor homenaje: recordarlo haciendo lo que el amaba.... música.
Lo que sigue es Summer´68, un hermoso tema compuesto por Richard. El mismo se encuentra en Atom Heart Mother, quinto disco de Pink Floyd.

Grande Richard!!!



sábado, 20 de septiembre de 2008

Fluidos No Newtonianos

Como todos deben o deberían saber un fluido newtoniano es alquel cuya viscosidad (resistencia a fluir) permanece constante en relación, digamos, al esfuerzo aplicado. No quiero entrar en especificaciones técnico-científicas, por lo que voy a hablar vulgarmente. Si aplico un esfuerzo creciente o decreciente a uno de estos fluidos (por ejemplo, agua o aire) la consistencia del mismo no varía; entonces, por ejemplo, si golpeo agua, la mano se hunde. En términos matemáticos la viscosidad representa la proporcionalidad entre el esfuerzo de corte (o densidad de flujo de cantidad de movimiento) y el gradiente negativo de velocidad (es decir, la dirección y modulo en que la velocidad decrece mas "rapidamente"). Esta proporcionalidad es lo que se conoce como ley de newton de la viscocidad.
Pero la naturaleza no es tan simple, y existen muchos fluidos en lo que esto no se cumple. Estos so denominados fluidos no newtonianos (violan la ley de Newton). Puede decirse entonces que un fluido no newtoniano es aquél cuya viscosidad varía con el gradiente de tensión que se le aplica. Como resultado, no tiene un valor de viscosidad definido y constante, a diferencia de un fluido newtoniano.
Para su tratamiendo se definen viscosidades aparentes, y surge toda una batería de modelos que intentan explicar el compartamiento de estos; pero esto no viene al caso.
La cuestion es que existe un tipo de fluido no newtoniano cuya viscodidad aparente se incrementa con el gradiente del esfuerzo cortante aplicado. Dicho de otra manera, es un fluido que se “endurece” cuanta más tensión se le aplica, llegando a comportarse casi como un sólido cuando ésta es lo suficientemente intensa, y volviendo a comportarse como un líquido cuando cesa. Luego, si yo golpeo con fuerza el fluido, el mismo se endurece, y si lo "acaricio" suavemente el mismo fluye, como el agua.
Esta magnifica creación de la naturaleza se conoce como fluido dilatante, y su comportamiento esta presagiado por el modelo de Ostwald de Waele, mejor conocido como Ley de la Potencia.
Lo más interesante es que pareciera que estos fluidos existiencen sólo en la ciencia ficción, sin embargo son tan comunes como la maizena (es decir suspensiones de almidón de maíz en agua) o soluciones concentradas de azucar en agua.
Lo que sigue es un video estraido de you tube que pone en evidencia lo antes dicho. Es muy divertido. Les sugiero que lo vean!!!



Salud!!

viernes, 12 de septiembre de 2008

Niels Bohr

Despues de varios meses de inactividad, volví, y estoy seguro de que seré aclamado por la gran diversidad de lectores que se regocijan con mis escritos (ja!, ni yo me lo creo).
Pero hoy no tengo ganas de escribir, por lo que voy a dejarlos, nuevamente, en manos de Adrian Paenza.
La historia es muy buena, por lo que si llegaron hasta acá, intenten leerla, no se van a arrepentir.
Como dijo un sabio amigo mío (léase, Facu), sigo hablando en plural, como si millones de personas me leyeran. Lo más probable es que me lea a lo sumo una o una persona y media. Pero dicen por ahi que lo que vale es la inteción!!!

Saludos

Niels Bohr

La que sigue, es una historia que me acercó Juan Pablo Paz –uno de los científicos más prestigiosos que tiene la Argentina– y que está dando vuelta hace un tiempo en los medios académicos (y no académicos también). En todo caso, después de leerla verá que ni siquiera importa si es cierta, aunque los físicos aseguran que sí. Lo que seguro vale la pena es discutir su contenido. Y pensar.

Muchas veces, en un colegio o en alguna facultad, un alumno tiene una idea distinta, una idea que el profesor no contempló, no pensó. Una idea: ni más ni menos que eso. Y la reacción del docente no siempre es la esperable: pensar con el alumno, dejarse desafiar por alguien que piensa diferente, que propone un ángulo diferente.

Este capítulo entonces, está dedicado a la reflexión a la que invita la siguiente historia:

Sir Ernest Rutherford, presidente de la Sociedad Real Británica y Premio Nobel de Química en 1908, contaba la siguiente anécdota:

“Hace algún tiempo, recibí la llamada de un colega. Estaba a punto de ponerle un cero a un estudiante por la respuesta que había dado en un problema de física, pese a que éste afirmaba convencidísimo que su respuesta era absolutamente acertada.

“Profesores y estudiantes acordaron pedir arbitraje de alguien imparcial y fui elegido yo.

“Leí la pregunta del examen y decía: ¿Qué haría usted para determinar la altura de un edificio con la ayuda de un barómetro?

“El estudiante había respondido: ‘Lleve el barómetro a la azotea del edificio y átale una cuerda muy larga. Descuélguelo hasta la base del edificio, marque y mida. La longitud de la cuerda es igual a la longitud del edificio’.

“Realmente, el estudiante había planteado un serio problema con la resolución del ejercicio, porque había respondido a la pregunta, correcta y completamente.

“Por otro lado, si se le concedía la máxima puntuación, podría alterar el promedio de su año de estudios, obtener una nota más alta y así certificar su alto nivel en física; pero la respuesta no confirmaba que el estudiante tuviera ese nivel.

“Sugerí que se le diera al alumno otra oportunidad. Le concedí seis minutos para que me respondiera la misma pregunta, pero esta vez con la advertencia de que en la respuesta debía demostrar sus conocimientos de física.

“Habían pasado cinco minutos y el estudiante no había escrito nada.

“Le pregunté si deseaba marcharse, pero me contestó que tenía muchas respuestas al problema. Su dificultad era elegir la mejor de todas.

“Me excusé por interrumpirlo y le rogué que continuara. En el minuto que le quedaba escribió la siguiente respuesta:

‘Agarre el barómetro y tírelo al suelo desde la azotea del edificio. Calcule el tiempo de caída con un cronómetro.

“Después se aplica la fórmula:

Altura = 0,5.g.T2

(Donde g es la aceleración de la gravedad y T es el tiempo que uno acaba de calcular con el cronómetro)

‘Y así obtenemos la altura del edificio.

“En este punto le pregunté a mi colega si el estudiante se podía retirar. Le dio la nota más alta.”Tras abandonar el despacho, me reencontré con el estudiante y le pedí que me contara sus otras respuestas a la pregunta.

‘Bueno’, respondió, ‘hay muchas maneras. Por ejemplo, agarrás el barómetro en un día soleado y medís la altura del barómetro y la longitud de su sombra.

“Si medimos a continuación la longitud de la sombra del edificio y aplicamos una simple proporción, obtendremos también la altura del edificio.

“Perfecto, le dije, ¿y de otra manera? ‘Sí, contestó, éste es un procedimiento muy básico para medir un edificio, pero también sirve. En este método, agarrás el barómetro y te situás en las escaleras del edificio en la planta baja. A medida que vas subiendo las escaleras, vas marcando la altura del barómetro y cuentas el número de marcas hasta la azotea. Multiplicás al final la altura del barómetro por el número de marcas que hiciste y ya tenés la altura. Este es un método muy directo.

“Por supuesto, si lo que uno quiere es un procedimiento más sofisticado, puede atar el barómetro a una cuerda y moverlo como si fuera un péndulo. Si calculamos que cuando el barómetro está a la altura de la azotea la gravedad es cero y si tenemos en cuenta la medida de la aceleración de la gravedad al descender el barómetro en trayectoria circular al pasar por la perpendicular del edificio, de la diferencia de estos valores, y aplicando una sencilla formula trigonométrica, podríamos calcular, sin duda, la altura del edificio.

“En este mismo estilo de sistema, atás el barómetro a una cuerda y lo descolgás desde la azotea a la calle. Usándolo como un péndulo podés calcular la altura midiendo su período de precesión. En fin, concluyo, existen otras muchas maneras.

“Probablemente, la mejor sea tomar el barómetro y golpear con él la puerta de la casa del conserje. Cuando abra, decirle: señor conserje, aquí tengo un bonito barómetro. Si usted me dice la altura de este edificio, se lo regalo.

“En este momento de la conversación, le pregunté si no conocía la respuesta convencional al problema (la diferencia de presión marcada por un barómetro en dos lugares diferentes nos proporciona la diferencia de altura entre ambos lugares).

“Me dijo que sí, que evidentemente la conocía, pero que durante sus estudios, sus profesores habían intentado enseñarle a pensar.

“El estudiante se llamaba Niels Bohr, físico danés, premio Nobel de Física en 1922, más conocido por ser el primero en proponer el modelo de átomo con protones y neutrones y los electrones que lo rodeaban. Fue fundamentalmente un innovador de la teoría cuántica.

“Al margen del personaje, lo divertido y curioso de la anécdota, lo esencial de esta historia es que le habían enseñado a pensar”.

Extraido de Pagina 12. Contratapa

lunes, 3 de marzo de 2008

La Renuncia

Cuenta la historia que cierta tarde de otoño, Agustín Mazzeo, inescrupuloso empresario, caminaba bajo la sombra de los plátanos que decoran la plaza Mitre, cuando de repente apareció frente a sus inmutables ojos, el Diablo.

-Buenas tardes, Agustín- señaló Lucifer.

-¿Quién es usted?- preguntó Agustín con su usual arrogancia.

-Soy el Rey de la Oscuridad, el Patrón de los Llantos, el Dueño del Inframundo, el Comandante de las Fuerzas Demoníacas. Soy Lucifer, Satanás, Mefistófeles, el Diablo, y todos los Demonios juntos en un solo Ser.-

-¿Y qué necesita?- sugirió nuestro petulante transeúnte.

-Vengo a ofrecerte lo que quieras a cambio de tu alma, a cambio de una eternidad a mi lado.-

Los ojos de Agustín mutaron por lo único que lo movilizaba: la codicia.

-Quiero poder y dinero.- dijo simplemente.

-¿Cómo?- preguntó Satanás -¿Sólo eso? ¿No ambicionas descubrir el secreto de las ciencias, el saber del universo? ¿No prefieres poseer el control del tiempo, el amor de las mujeres, el talento indefinido, el placer del arte, a cambio de algo tan preciado como tu alma?-, preguntó el Diablo con disimulada impaciencia, a lo que Agustín, con inexplicable parsimonia, respondió:

-Con poder puedo someter a las mujeres más hermosas y hasta civilizaciones enteras, con dinero puedo tener todos los cuadros del mundo y todas las esculturas y toda la música y todo aquello que pueda saciar mi interés. No me preocupa conocer el secreto de las artes ni de las ciencias; no me preocupa poseer el talento en todas las expresiones humanas; no me preocupa crear… Si todo lo puedo comprar. ¿Para qué erigir ciudades cuando puedo conquistarlas con un simple movimiento de muñeca? ¿Para que pensar si puedo someter arsenales de pensadores?-

Satanás lo miró aterrado y por primera vez en su infinita existencia tuvo compasión. En ese instante comprendió que el alma del hombre ya estaba perdida, que quizás nunca tuvo alma o que ya pertenecía al reino de las tinieblas. Así mismo entendió que se desvanecía su privilegio de ser llamado el Diablo.

domingo, 10 de febrero de 2008

El Teorema de Pitágoras

Como todo estudiante de ingeniería, ciencias o, incluso, arte, profeso cierto amor por las matemáticas. Digo arte porque he llegado a considerar ciertas ramas de la matemática como verdaderas expresiones artísticas, aunque parezca algo extraordinario lo que acabo de escribir.

Invito a los lectores de este espacio a deleitarse con una extraordinaria demostración del famoso Teorema de Pitágoras redactado por el maestro Adrián Paenza. Observen la belleza o excelsitud que puede adquirir esta rama del pensamiento muchas veces tildada como fría o impura.

Sin más preámbulo, los dejo en buenas manos!!


El Teorema de Pitágoras

Por Adrián Paenza

Cuando uno habla de la belleza de la matemática, inexorablemente tiene que producir algo precioso que justifique el calificativo.

Lo que sigue es una de las demostraciones más espectaculares y atractivas del teorema de Pitágoras. Créame que si en el momento en que usted o yo nos tropezamos con Pitágoras por primera vez nos hubieran mostrado lo que sigue, no hubiéramos penado ni con el enunciado ni con su estética maravillosa. Es más: créame que ni siquiera hace falta que escriba el enunciado del teorema. Lo va a deducir usted sola/o. Anímese que vale la pena. Acá va la historia.

Hace muchos años, Carmen Sessa –extraordinaria referente en la Argentina en cualquier tema que tenga que ver con la didáctica de la matemática y en la forma de comunicarla– me acercó un sobre con varias demostraciones del teorema de Pitágoras. No recuerdo de dónde las había sacado, pero ella estaba entusiasmada al ver cuántas maneras distintas había de demostrar un mismo hecho. Tiempo después supe que hay un libro (The Pythagorean Proposition o “La proposición Pitagórica”) que contiene 367 pruebas de este teorema y que fue reeditado en 1968.

De todas formas, y volviendo a las pruebas que me había dado Carmen, hubo una que me dejó fascinado por su simplicidad. Es más: a partir de ese momento (última parte de la década del ’80) nunca paro de reproducirla cada vez que puedo. Y de disfrutarla. Ahora lo invito a que la comparta conmigo.

Usted no necesita saber nada. Bueno, casi nada. Hace falta que usted sepa lo que es un triángulo, un ángulo recto (de 90 grados) (como si fuera una escuadra) y que sepa que se llama triángulo rectángulo justamente a un triángulo que tiene un ángulo recto. Eso es todo.

Por último, si usted fuera a alquilar una pieza para vivir y le dijeran que es de 4 x 5, ¿podría contestar usted los metros cuadrados que ocupa? Estoy seguro de que sí (20, tiene razón) ¿Y cómo lo hizo? Lo dedujo multiplicando los dos números: 4 x 5. Bien. Eso es todo lo que hace falta. Bueno, acá voy.


Supongamos que se tiene un triángulo rectángulo que voy a llamar T, y a los lados los voy a llamar a, b y h (figura 1).

Imaginemos que el triángulo T está hecho “pegando” tres hilos. Supongamos que se le puede “cortar” el lado h, y que uno puede “estirar” los lados a y b.

Con este nuevo “lado”, de longitud (a+b), fabricamos dos cuadrados iguales. Cada lado del cuadrado mide (a+b).

Marcamos en cada cuadrado los lados a y b, de manera tal de poder dibujar estas figuras (figuras 2 y 3).

Ahora, observemos en cada cuadrado cuántas veces aparece el triángulo T (para lo cual hay que marcar en un dibujo los cuatro triángulos T en cada cuadrado).

Como los cuadrados son iguales, una vez que hemos descubierto los cuatro cuadrados en cada uno de ellos, la superficie que queda “libre” en cada uno tiene que ser la misma (figura 4).

En el primer cuadrado, quedan dos “cuadraditos” de superficies a2 y b2 respectivamente. Por otro lado, en el otro cuadrado, queda dibujado un “nuevo” cuadrado de área h2.

Conclusión: “tiene” que ser

a2 + b2 = h2

que es justamente lo que queríamos probar: “en todo triángulo rectángulo se verifica que el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos”.

En este caso, los catetos son a y b, mientras que la hipotenusa es h.

¿No es una demostración preciosa? Es sólo producto de una idea maravillosa que no requiere ninguna herramienta complicada. Sólo sentido común.



Extraído de http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-88928-2007-07-31.html

martes, 29 de enero de 2008

Mitos de ciudad (I)

El universo tiene la maravillosa capacidad de transformar un suceso o un conjunto de sucesos, que quizás duren tan solo unos pocos segundos, en un mito. Los mismos son arrastrados a través de las calles como guiados por túneles de viento perfectamente delineados, previo empuje involuntario, alcanzando confines inconcebibles por los seres comunes. El hombre, y aun más el hombre de pueblo o pequeña ciudad, colabora en esta expansión. Lo infla, lo cubre de matices, lo transfigura, manteniendo tal vez sólo la inmisión que lo hizo mito.
Acaso las leyendas que hoy nos regocijan y alimentan nuestro espíritu poco tengan que ver con lo real, con lo que verdaderamente pasó, con lo que le dio origen. Pero qué importa. Hoy, inmersos en un mundo racionalista que intenta explicar lo inexplicable; que pretende derribar fortalezas inexpugnables que antes dominaba la imaginación; hoy que cuesta soñar, que cuesta concebir inusitados mundos a partir de las cosas simples; hoy que lo único que sacia (sólo por un instante) nuestro interés y nuestras ganas de crecer es lo extremadamente complejo pero a la vez soso, lo carente de emociones que duren más que una palpitación, lo disimuladamente triste; ¿que mejor que dejarse llevar por estos mitos de dudosa veracidad?.
Aquellos hombres soñadores, sensibles, románticos, que aun poseen ideales de perfección, viven buscando mitos, quizás inventándolos, quizás imaginándolos. Y creen fervientemente en ellos. Y los defienden con aire compadrón. Es que necesitan creer en ellos para no olvidar su alma y teñir su rostro con tintes mefistofélicos, para no rendirse ante el olvido, para no morir frente al avaro, para no contagiarse de mediocridad...
Esta penosa introducción nos lleva a una pequeña ciudad distante cien kilómetros de la gran urbe. Digo pequeña ciudad para no decir pueblo, pues hacía poquito que había adquirido ese apelativo, una vez vencida cierta barrera demográfica. Lo cierto es que no conozco su nombre. Tampoco sé la época que nos acomete. Pero no son necesarios estos datos puramente informativos.
Por aquellos tiempos la amistad estaba de moda. Los muchachos adoraban juntarse a matear, guitarra de por medio, con el simple cometido de estar juntos, de intercambiar opiniones, de hablar de señoritas, en fin, con el implícito objetivo de soñar aunque sea por un rato. Y esto, aunque hoy parezca algo hastioso, era extraordinariamente eficaz. Los muchachos lograban olvidarse del mundo sanamente, sin el implemento de narcóticos, alucinógenos o alcaloides.
Parecía cosa de Mandinga pero el rock, el blues, y otros estilos de esta estirpe habían colonizado estos páramos. El viento ya dejaba oír (a lo lejos, o en el garage de a la vuelta) las trémulas y elaboradas variaciones LA-RE-MI, haciendo de soporte a inextricables solos con base pentatónica. De vez en cuando se escapaba una menor armónica tiñendo de una oscuridad casi gótica los tempos de blues, intercalados con yeites clasicistas. “Muchas veces la creación más simple es la más profunda, la que revela más fehacientemente los sentimientos de su creador y de sus músicos.” A veces la simpleza supera ampliamente a la complejidad. Dos acordes bien acomodados pueden decir más que la armonía más enredada. Lo que importa, en lo profundo, es la tenacidad y el espíritu de quien evoca la melodía (acompañada, obviamente, de un poco de técnica y conocimiento). Lo mismo sucede con la lírica. La poesía más hermética, más oscura, aquella que obedece celestialmente a la métrica y la rima, puede decir mucho menos que dos burdas palabras. El blues, como estilo, esta de acuerdo con estas reflexiones.
La cuestión es que esta fiebre había enloquecido a los muchachos, que decidieron no esperar más y poner en práctica sus pobrísimos conocimientos musicales y sus onerosos corazones. Ya no querían solo juntarse a guitarrear un tango o un blues, querían más, querían perfeccionarse, querían crear.
Pero la creación no es fácil. Como nuestros sagaces lectores seguro han podido elucidar, además de un talento intrínseco, se necesita dedicación, compromiso, ganas, interés, amor, por lo que la frustración era uno de los desenlaces probables...
De hecho tuvieron que comprometerse.
Una vez adquiridos los instrumentos necesarios hizo falta la búsqueda de un emplazamiento de ensayo. Con puntualidad religiosa se llevaban a cabo ensayos todas las semanas. Durante dos o tres o cuatro horas los muchachos lograban elevarse hasta mundos mágicos. La sala se transformaba entonces en un universo distinto, aislado del que conocemos, donde la tristeza no tenía cabida, sólo la imaginación, el entusiasmo y la alegría.
Las improvisaciones no obedecían ni a la mecánica newtoniana ni al relativismo einsteiniano. Parecían durar minutos, cuando en realidad transcurrían horas. Y sin embargo siempre quedaban ganas de seguir, de soñar. Cuando la casual conjunción de infinitas causas aparentemente aisladas logra una mezcla homogénea, concordante y supuestamente perenne como ésta, puede afirmarse que se ha logrado el cometido. No sé cuál es el cometido, ni siquiera si hay un cometido. Luego, debe haber algo oculto que permita estas extrañas coincidencias, pero es mejor su ignorancia (no pretendamos explicar lo inexplicable), sólo hace falta saber que “algo hay”.
Los ratos libres eran utilizados para componer, para escribir, para discutir posibles nombres de la banda (el problema más grande en todo grupo de música incipiente), para disertar nuevas incorporaciones, entre otras consideraciones de importancia formal.
En cada ensayo los muchachos transitaban (casi siempre a pie) interminables caminos con toda gama de equipos a cuesta, desde un simple micrófono hasta pesados amplificadores incómodos de cargar. Nuestros transeúntes debían sortear los más dificultosos escollos soportando condiciones extremas, desde calores tropicales hasta brisas gélidas de sudestada. Quizás se empiece a sospechar que todo esto puede ser un tanto inútil para, seguramente, no lograr nada (léase; reconocimiento, fama, dinero).
¿Para qué ensuciarse las manos con el humilde fin de ayudar a otro o de sentirse bien con uno mismo por un ratito? Hay que entender que los hombres nobles, parafraseando a Ortega, siempre buscan el camino difícil sin esperar nada a cambio, sólo para elevar su espíritu, sentirse realizados, crecer como seres humanos. Así, eluden el facilismo y buscan siempre la colina más empinada. Ellos creen que estas experiencias son las más provechosas, y las que quedan fijadas en la memoria.
Los ensayos solían terminar en batallas campales con los vecinos aledaños a la sala. Tal vez no resistían los estridentes acordes, tal vez no sabían apreciar esa expresión artística, tal vez volvían muy cansados de su monotonía y sólo quería dormir. Otros, por el contrario, hasta ofrecían casettes de míticas bandas como Creedence Clearwater Revival...
Cuando los ángeles se alineaban a su favor y el diablo se tomaba vacaciones, los muchachos encontraban una oportunidad para mostrar su pasión y su desarrollo. Es decir, hallaban un lugar para tocar en público. Esto es muy difícil en ciudades pequeñas donde quizás hay un solo bar.
Conociendo la esperada noticia, se daba a lugar a una intensa seguidilla de ensayos. Los muchachos se olvidaban de actividades básica para vivir como desayunar, dormir o sacar a pasear al perro. Luego, elaboraban psicodélicos panfletos que solían pegar a lo largo y a lo ancho de la ciudad, con el propósito de “invitar a los desconocidos al espectáculo”. Para su pegado utilizaban mezclas químicas extremadamente complejas y de ardua elaboración, que ni Boyd ni Lewis podrían entender (la llamaban engrudo).
Cuando el destino no estaba de su lado, organizaban encuentros con otras bandas, solicitaban espacios públicos (como una plaza), o bien, llevaban a cabo fiestas privadas con público seleccionado. Cuenta la historia que llegaron a tocar, en vivo, en la radio local (las fuentes son dudosas).
El resultado era siempre el mismo: problemas con el sonido (el perverso acople es inevitable), cortes de luz, poca gente, errores por nervios, cortes de cuerdas, voces desafinadas, falta de alargues, y una infinita lista de etcéteras.
Entre los pocos espectadores siempre resaltaban los locos fanáticos que alegran nuestra existencia y que no paraban de saltar y gritar canciones que ni conocían, como si estuvieran poseídos por el demonio...
Pero, lamentablemente, el tiempo de nuevo hizo lo suyo. El trabajo, el estudio, la incipiente adultez sacudió a los muchachos en forma brusca y repentina. No se dieron cuenta, no lo pudieron evitar.
Algunos pretendieron dirigirse al paraíso de concreto distante cien kilómetros, otros se quedaron trabajando en la ciudad. Pocos cultivaron su pasión musical.
En fin, la verdad es que nunca trascendieron más que unas pocas cuadras a la redonda. Tal vez grabaron algún humilde disco descoordinado, que hoy este por ahí cubierto de tierra, pero nada más que eso. Vale la pena decir que todo intento de comercialización fue fallido.
Entonces, pensará el lector, ¿dónde esta el mito sugerido anteriormente? Es más que evidente, está dentro de ellos, en el fondo de sus pechos, detrás del esternón. Este maravilloso mito es una ayuda más que les permite tener fuerzas para levantarse día a día, para salir a enfrentar la adversidad con una sonrisa en el rostro. Este mito les enseñó que la simpleza, la amistad y el amor son los valores más importantes, ya que disuelven lo material. Este mito permanecerá por siempre en sus memorias, sólo ellos lo recordaran, porque les enseñó a crecer, a creer en lo increíble, a soñar, a compartir con los de nuestra especie, a inventarse un nuevo mundo ajeno a la mediocridad hoy tan ponderada; porque les mostró un paraíso que pocos conocen, un paraíso que esta acá a la vuelta al alcance de todos. Empecemos a entender que no se necesita mucho para entrar en él, ni guitarras, ni extravagantes artilugios, ni magia, sólo corazón.
Gozosos aquellos que crean en su propio mito...

lunes, 14 de enero de 2008

Final, final...... final

Con este título no hago alusión al desenlace de este sitio que no lleva más que dos menudas publicaciones (yo advertí que el inicio de vacaciones no era el mejor momento para inaugurar esto), ni a la culminación de un período de mi vida que necesite ser destacado, ni a un maravilloso cuento de Julio Cortázar. Nada de eso...

La razón por la que estoy hoy aquí es por que tengo como meta más cercana rendir el final de Química Orgánica, y necesitaba, de alguna manera, expresar lo que siento en este momento, instante en el que doy inicio a mis estudios.

La cuestión es que decidí algún día ser Ingeniero Químico y en su plan de estudios existe una materia que es sumamente interesante pero fastidiosamente larga. Y cuando digo fastidiosamente larga, quiero decir estrepitosamente pesada, atronadoramente inalcanzable, en fin, aturdidoramente interminable (se aprende un concepto y se olvida simultáneamente el anterior, que era de crucial importancia para entender el nuevo concepto incorporado, que por cierto determinó la destrucción del otro). Y no quiero exagerar...

Su estudio comprende la incorporación de doscientos cincuenta mil conceptos que se entrelazan, entrecruzan, y relacionan entre sí dando lugar a otros doscientos cincuenta mil conceptos que nuevamente se entrelazan, entrecruzan, y relacionan entre sí y con los anteriores, originando una gama infinita de conocimientos, teorías, elementos, etc., que permiten, finalmente, presentarse a rendir final (obviamente, su simple incorporación no es condición suficiente para la aprobación, la misma debe ser ordenada, detallada, correspondida, y, crucialmente, puesta en práctica). Todo esto acompañado, como es de suponer en toda rama de la Química, de una batería de nomenclatura IUPAC y Tradicional (esta es la más temida ya que implica un gran ejercicio de la memoria y una lucidez extraordinaria al momento de ponerla en práctica).

Cuando uno se inicia en este maravilloso mundo de esqueletos carbonados, es entretenido (y hasta divertido) estudiar las primeras familias orgánicas (léase, alcanos, alquenos y alquinos). Pero la inexplicable ocurrencia que tuvo el átomo de carbono de dar lugar infinitas cadenas, formadas por eslabones del propio átomo y unidas a casi todos los elementos de la tabla periódica, brindó una interminable serie de familias (alcoholes, aldehídos, cetonas, ácidos, compuestos cíclicos de todo tipo y forma, halogenuros de arilo, alquilo, ácido, etc., aminas, amidas, nitrocompuestos, aminoácidos, proteínas, glúcidos, esteres, éteres, grasas, y un largo etcétera) que hunden al cerebro en indescifrables laberintos que culminan, sin exagerar, en pesadillas constantes, mal humor, esquizofrenia o psicosis...

Existe otro punto que no tuve en cuenta hasta ahora. La materia en cuestión, en tiempos de antaño, estaba divida en dos partes, es decir, Química Orgánica 1 y Química Orgánica 2 (como materias individuales). Pero las maravillosas mentes, ávidas por el desarrollo, que controlan nuestra educación, no tuvieron la mejor idea que unificarlas en una única materia. Esto implica un sólo final que englobe todos los conocimientos aprendidos (antes eran dos).

Por una parte, si bien es menester más esfuerzo, esto asegura una mayor relación de todos los temas, es decir, la comprensión global puede ser mayor. Pero los señores antes mencionados pusieron en evidencia, una vez más, su maravilloso intelecto, comprimiendo las horas de cursada. Esto asegura que muchos temas no se den en clase (teniendo que aprenderlos, comprenderlos y estudiarlos uno mismo para el final, sin consejos de un erudito en el tema), y otros se den así nomás, sin lujo de detalles, sin experimentación, sin práctica, y lo que es peor, sin asegurar su completa compresión. Obviamente no es culpa ni de profesores ni de alumnos, la falta es más grave, y nos brinda una muestra de la decadencia del ser humano.

Dejando de lado lo trágico y la atroz realidad en que estamos inmersos, lo más gracioso es que me gusta mucho este mundo, es demasiado interesante, esta lleno de matices, y recomiendo a todo aquel que quiera interesarse por estos horizontes que no tenga miedo en hacerlo, no se va a arrepentir. Todo lo dicho anteriormente no es tan así (lean bien, no es TAN así), lo que sí es verdad, es el esfuerzo que requiere. Tal vez, en otra ocasión, brinde a los lectores una nota más seria acerca de la Química Orgánica, que realmente valga la pena.

En fin, espero que el aluvión de olas de calor que estamos soportando no colaboren a la perdición de mi psiquis, y no me impidan (junto con el hastío) llegar a mi objetivo... A todos aquellos que hayan destinado este verano al estudio, tanto de esta materia como de cualquier otra, les deseo todos los éxitos del mundo... Estudien que no hay nada más lindo que aprender, y hay mucho por aprender...

Salud!!